Muchos de los que nacieron durante la década
de los 80, o principios de los 90, y tuvieron la suerte, o desgracia, de ver el
Rey león en 1996, comprenderán esta entrada, porque sé que para muchos esta
película marcó un antes y un después en la vida (hay gente que ha tenido
terapias psicológicas durante años), así que levanto la mano por todos los que
lloraron sin consuelo, gritaron de dolor y hasta patalearon, después de la
fatídica escena en la que muere ‘Mufasa’.
Espero que usted, tuviera el privilegio de ver
la película con su mamá, o con alguna persona de corazón sensible, que
entendiera la pena y el dolor que sentía en ese momento cumbre de su vida, no
como yo. Una tía me llevó a ver la película, y según ella, y como se encarga de
recordarme cada vez que puede (sacándolo a colación en cada reunión familiar o
acto social), lloré a mares, al punto que empezaron a llover pañuelos enviados
por otros espectadores del cine, tratando de consolarme, mientras ella se escurría
en su asiento por el sentimiento de pena ajena.
Este episodio me trajo innumerables bromas en
la familia, lo que provocó en mí cierta apatía a la películas sentimentales, al
punto que no pude volver a llorar en alguna, vi películas como "En busca
de la felicidad" o "La vida es bella", y más recientemente
"Bajo la misma estrella" y, aunque las disfruté, estaba sentada en
medio del teatro, rodeada de gente con lágrimas en los ojos, y yo no soltaba ni
la mitad de una.
El otro trauma que me dejó “El rey león”, fue
reconocer estando en séptimo u octavo grado, cuando empecé a leer “Hamlet”, que
la historia me era vagamente familiar, el hermano traidor del rey que lo
asesina, y culpa a su hijo de la muerte, el príncipe que habla con el fantasma
de su padre y promete vengarlo e incluso una escena donde `Scar` sostiene una
calavera en su garra, de la misma forma en que lo hace ‘Hamlet’ en la escena
del cementerio.
Así que tenía cierta ilusión en el momento de
llegar al desenlace del libro, sin embargo, el final de “Hamlet” se me hizo
totalmente inesperado, lo que me causó una serie de dudas existenciales que arruinaron
por completo mi niñez y que me dejaron pensando en qué otras cosas nos habrá
mentido Disney, ¿acaso la bella durmiente tenía mal aliento y el príncipe se
negó a besarla para despertarla?, ¿la sirenita tenía el pelo lleno de frizz y su fuerte olor a pescado hizo
que Eric no luchara contra la bruja para salvarla?, ¿la pobre viejita que le
entregó la manzana a Blanca Nieves solo fue una pobre victima de una chica
tonta que se metió un pedazo muy grande fruta en la garganta, y se ahogó por su
propia estupidez, culpando a la señora y a una bruja inexistente?
Después de todo este razonamiento, estaba
decidida a aclarar y a contar la verdad a todo aquel incauto que cayera en las
trampas de estas historias que venden finales felices solo para hacer más
rentable las taquilla de esas películas y que no tienen ningún problema en
tergiversar la realidad, sin embargo, cuando mi primito de cinco años, me
preguntó por “Hamlet”, y sus ojos cafés me miraron con esperanza, solo pude
contestar que era la misma historia de la película de “El rey león” porque, hay
que admitirlo, a pesar de todo no toda la culpa es de Disney, es difícil
contarle a un niño una historia sin un final feliz....